Tras la sombrilla sólo se veía una figura desdibujada , era esbelta , sensual y sugerente. De lejos no la reconocí pero me era familiar.
La luz del sol brillaba en lo alto del cielo y resaltaba los colores de la sombrilla. La luz del Mediterráneo era única a esa hora del día .Las olas eran suaves pero poco a poco iban creciendo en fuerza y sonoridad. Esa sonoridad monótona y relajante , ese olor a mar tan peculiar y agradable.
La temperatura era ideal , ni frío ni calor ; en esa época del año en que los árboles cambian de color y amarillean las hojas, el mar tiene un color azul plata especial junto con el reflejo del sol y la espuma que generan las olas.
La sombrilla , única en ese entorno , llamaba la atención y tras ella su silueta.
Yo solía ir a esa zona de la playa en esa época del año , era una zona solitaria , única . Allí me relajaba oyendo el mar y me ensimismaba viendo el movimiento hipnotizador de las olas.
Pero ese día no fue así.